Pemberley pasó a convertirse en un verdadero hogar para Georgiana, y el afecto entre las dos cuñadas resultó ser exactamente como Darcy lo había anhelado. Las dos llegaron a quererse realmente, más incluso de lo que se habían propuesto.
Georgiana sentía por Elizabeth una admiración sin límites, si bien al principio escuchaba con asombro, casi rozando la inquietud, la forma vivaz y burlona con que su cuñada se dirigía a su hermano. Él, que siempre le había infundido un respeto superior incluso al cariño, aceptaba ahora con agrado ser objeto de bromas y chanzas. Así, Georgiana se dio cuenta de aspectos en los que nunca había reparado.
Hacer click en autora para descargar
No hay comentarios:
Publicar un comentario